Mamá de 3, esposa, Contadora Pública, Especialista en Desarrollo de Software y Desarrolladora de Negocios en K2B.
Carmen es venezolana y en setiembre de 2016, con casi 50 años, llegó a Uruguay para instalarse con su familia. Primero vino con su hija Yerimar y luego lo hicieron sus otros hijos, su esposo y su mamá. “Para ese entonces cumplía una década visitando a Uruguay cada septiembre, a los encuentros GeneXus, en los últimos como responsable de esa marca en dicho país”.
A Carmen le tocó ser la gran responsable del sustento de su núcleo familiar a la hora de emigrar de su país.
Desde que llegó se sumó al equipo Comercial K2B (una empresa del grupo GeneXus), apoyando el desarrollo de negocios a nivel regional. También trabaja apoyando emprendimientos locales como líder técnica.
“Cuando comenzamos a analizar la posibilidad de instalarnos en Uruguay vine con mi hija a medir el mercado. Durante esos primeros acercamientos al sector fue que conocí a Mujeres IT, gracias a las meetups que hacían. Conocer esta comunidad me permitió conectar con un grupo de mujeres muy motivante”, cuenta Carmen.
Durante toda su vida profesional Carmen ha sido una verdadera emprendedora. Cuenta que “en su primera vida” (así llama a sus años en Venezuela) solo tuvo 2 trabajos formales. El primero siendo muy pequeña, a los 14 años, y el segundo ya después de egresada en una empresa de tecnología. Luego se dedicó a emprender.
Estudió Ingeniería de Sistemas y Contaduría Pública en paralelo. En esta última, además, se recibió con honores. Estando en segundo año de liceo daba clase de matemáticas a estudiantes de cuarto. “Se me daba con mucha facilidad y me encantaba”. Al terminar la carrera de Contaduría Pública decidió tener a su primera hija Yerimar.
Respecto a ser mujer en el rubro de IT cuenta que es un gran desafío, porque es una disciplina muy exigente, que tiene la gran particularidad de que las cosas pueden salir bien o mal.
“Si un hombre intenta explicar que algo no funcionó, lo entienden, si lo dice una mujer, no lo entienden. Mientras que al hombre se le pregunta: ¿estás estresado?, a la mujer le preguntan: ¿estás distraída?. Es una profesión que nos obliga a estar constantemente corrigiendo palabras. Si me juzgan por mis capacidades está bien, pero si me juzgan por mi género, el problema es del otro”.
Para Carmen, ser mamá y trabajadora “es todo un reto, pero al mismo tiempo muy interesante y apasionante”.
“Yo siempre quise que mis hijos recordasen la sazón de su madre en la comida”. Confiesa que durante mucho tiempo se exigió para que eso sucediera, además de trabajar y congeniar otras tareas de la casa. “Tuve que hacer mucho trabajo conmigo misma para entender que no me podía acabar”.
Según ella, normalmente se espera mucho de las mujeres mamás, al mismo tiempo que se supone que no deben quejarse. Sostiene que la sociedad mide a las mujeres madres por todas las dimensiones que se supone que deberían ocupar y eso genera mucha sobre-exigencia, para estar bien con todo. “Nos pega aquello del síndrome del impostor, sentimos que hay algo que está incompleto, que nos faltan cosas”.
“La sociedad nos pide mucho. Nos exige que seamos profesionales o que aceptemos que somos una sombra. Tenemos que estar permanentemente demostrando algo”. Carmen es consciente de que esto no está bien y nos transmite que no tenemos que cumplir con todas las expectativas, que lo importante es sentirnos bien con nosotras mismas.
Por otra parte, comenta que no necesariamente todas deben ser madres, que cada una tiene la posibilidad de elegir. Pero recalca que si elegimos traer hijos a este mundo, es importante entender que no son objetos, sino sujetos. “Son vidas que tendremos la oportunidad de impactar. Es como tener un cristal en la mano al que debemos cuidar de que no se rompa, pero también colocarlo de vez en cuando en un lugar y dejarlo ser. Debemos aprender a soltar, nos cuesta, porque se supone es nuestra creación”.
“Es muy difícil como madre aceptar que de pronto nuestros hijos no son lo que nosotras creíamos o queríamos que fueran. Pero son vidas con derecho a decidir. Tenemos la responsabilidad de que sean sujetos satisfechos con su existencia. Pero no hay un manual que nos diga cómo debemos hacer las cosas. Intentemos darles lo mejor que podamos de nosotras mismas, con el tiempo se van a dar cuenta que así fue”.
Cuando le preguntamos qué le diría a otras mamás más jóvenes, subraya la importancia de que no dejen de creer en ellas mismas y en su capacidad de amar a sus hijos al mismo tiempo que a su profesión. En palabras de Carmen:
“Date el permiso de vivir. Los hijos son parte de lo que asumimos como seres humanos, pero no son todo. La responsabilidad también es con nosotras mismas”.
También nos recuerda la importancia de aceptar que somos un ser humano y la posibilidad de abandonar hábitos como el multitasking, con el cual “hemos abusado de nosotras mismas’’.
“Debemos aprender a poner los pies sobre la tierra, entender que somos más que madres, pero que como madre tenemos una gran responsabilidad que nunca debe traducirse en anularnos profesionalmente. En cada etapa de sus vidas, nuestros hijos demandarán ciertos niveles de atención y obvio que debemos estar para ellos, pero sin dejar de cuidarnos a nosotras mismas en el resto de nuestras dimensiones existenciales”.
Para cerrar su historia, Carmen nos comparte un poema de Khalil Gibran al respecto de la maternidad: Tus hijos no son tus hijos.
Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad.